9 de agosto de 2009

Las tres bofetadas



Sólo muy pocos, además de sus incondicionales, creyeron que Antonio Juan Marcos Villarreal sería designado por Humberto Moreira como el candidato del PRI a la alcaldía de Torreón; incluso él mismo, conforme la fecha de la decisión fue acercándose, comprendió que no tenía oportunidad ante Eduardo Olmos, delfín del gobernador. Primera bofetada.

La segunda, quizá la más dolorosa, fue al percatarse de que nunca hubo una competencia verdadera, es decir, reconocer que sólo fue utilizado para enaltecer el maquiavélico “espíritu democrático” del tricolor coahuilense.

Y, por si los dos reveses anteriores no le dejaban aún en claro quién manda, llegó el tercero: ser nombrado Secretario de Desarrollo Regional en La Laguna. Y es que, el super trampolín que posicionó a Olmos como el mecenas torreonense para Juan Marcos puede significar su degradación política.

Paradójicamente, no podrá hacer uso de las herramientas y recursos de la SDR que tanto le dieron a su antecesor, pues se encontrará copado, limitado en todo sentido, como mera figura decorativa si Olmos gana la alcaldía, lo cual es más que probable.

Angustiado, impotente, debe estar Antonio, quien, obligadamente, deberá dar con un camino que le regrese a la jugada, ya que, de otra forma, irá perdiendo gas hasta quedar superado por el entorno y sus enemigos, quienes, curiosamente, resultaron ser sus correligionarios.

Entretanto, luego de hacer a un lado a Juan Marcos, Olmos y los Moreira preparan el asalto a la presidencia. Y vaya que tienen trabajo, pues se encontrarán con un polvorín, que más allá de los graves problemas que se han mediatizado, sufre de otros, subrepticios aún, que tienen todas las papeletas para mutar en escollos insalvables.

Foto: la coctelera.com

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