6 de septiembre de 2009

Sin gloria, sin rumbo



Así se irá José Ángel Pérez de la alcaldía de Torreón.

Penosamente para el aún alcalde, su trabajo al frente de la administración local lo deja sin una pizca de gloria; por más que, durante los cuatro años de trabajo, sumó algunos aciertos (como la modernización del transporte público), los crasos y múltiples errores terminaron por arrebatarle un sitio importante en la historia política de la ciudad.

Evidentemente, le costará asumir tal desenlace, pues su visión al tomar el cargo era finalizarlo decorosamente (al grado de que veía a la empresa como el lujoso trampolín que lo acercara a la gubernatura), pero, luego de un tiempo, la herida escocerá y probablemente lo veamos en otro cargo más temprano que tarde.

Así, el verdadero problema no es la suerte del señor Pérez, sino la de Torreón, que, a causa de la ausencia de gloria del mandatario, en el mejor de los casos podemos decir que no tiene rumbo, y, en el peor, nada costaría asegurar que se enfila hacia el abismo.

Policía desmoronada, finanzas públicas en vilo, obras inconclusas, inoperancia administrativa, y la sensación general de que las cosas pueden ir a peor, es la herencia que JAPH dejará a quien lo suceda. Él podrá rehacerse, pero queda por ver si Torreón encuentra la forma de dar con la misma suerte.

Bien dicen que los gobernantes pasan y el territorio permanece, pero pocos abundan sobre el daño que pueden infligir las decisiones de un individuo o de un pequeño conjunto de éstos sobre el destino de toda una comunidad.

En el caso torreonense, los últimos tres años y ocho meses han sido una multiplicación de autoflagelaciones, mismas que le dejan maltrecho, débil e incapaz de reinventarse rápidamente para afrontar un futuro inmediato que viene cargado de nubarrones.

Sí, José Ángel se va, para muchos será un alivio, pero los resabios aún no florecen, y el tiempo los volverá implacables.