26 de abril de 2009

El virus de la influencia



 Mientras el virus de la influencia porcina ataca y pone en alerta a todo el país, la pléyade médica de Torreón acaba de descubrir que en el ambiente se desenvuelve otro virus que, aunque diferente, resulta igual de letal.

  Lo llamaron el virus de la influencia, el cual, para fortuna de la población, ha tenido un comportamiento errático y sólo ha afectado a un grupo reducido de personas. Lamentablemente, tal grupo es el del alcalde José Ángel Pérez Hernández y su más cercano equipo de trabajo, quienes llevan más de tres años contagiados.

  Sólo a sabiendas de que portan tal enfermedad se pueden comprender sus inapropiadas declaraciones y toma de decisiones a lo largo de la gestión; incluso, después de conocerlo, se guarda un tanto de aceptación.

 Por ejemplo, a Pérez Hernández se le ocurrió el fin de semana asegurar que anteriores jefes de la policía municipal, incluyendo a su denostado amigo Alfredo Castellanos, “solapaban a los malos agentes” en diversas irregularidades como boicotear los aparatos de localización de las patrullas, nexos con el narco y actos de corrupción.

  Es claro que el alcalde no desveló un gran dilema, pero sí que extravió el sentido común, pues hasta que Castellanos fue su jefe de policía, le procuraba halagos y no lo bajaba de hombre valiente y decidido: su mejor herramienta para hacer de la de Torreón la mejor policía del norte del país (su principal eje de campaña).

  Claro, es culpa de la influencia, que afecta la memoria de corto plazo y se alimenta con la cordura de la gente, con la congruencia, con el sentido estricto que la raza humana debe tener: vergüenza para aceptarse parte de los problemas y no el ente que solucionará todo por mero designio.

19 de abril de 2009

"El Chapo" en Durango


El viernes pasado, el arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, declaró ante los medios de comunicación que Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como “El Chapo”, vive “adelante de Guanaceví”, lo que le trajo severas críticas, invitaciones de la PGR para que denuncie con pruebas y toda la parafernalia mediática nacional tras de sí.

  Como conocedor de las tierras duranguenses, puedo asegurar que la sorpresa que causaron las palabras del religioso en el entramado nacional no permeó en este estado, pues muchos de sus habitantes conocen de buena fuente que la sentencia pudo concebirse con la verdad.

  Los duranguenses serranos tienen conocimientos suficientes que los extensos territorios del Durango con montañas han sido, por años, los predilectos de Guzmán Loera para establecerse o, al menos, pasar algunas temporadas. Así lo han documentado varios medios de comunicación, incluyendo la revista Proceso.

  Lo curioso del asunto, y en el que pocos reparan, es que González Martínez, como ya aclaró en su comunicado dominical, sólo tomó la voz del pópulo (de la plaza pública dirían los politólogos serios), que constantemente abordan la presunta presencia de “El Chapo”, para comentarlo con la prensa; es decir, no dijo nada que resulte extraordinario por aquellos lares.

  Entonces, las preguntas llegan. Una por ejemplo, la más recurrente: ¿cuál es el pecado del arzobispo?

  Supongo que incomodar con sus palabras a la PGR, descubrir, sin desearlo, el absoluto desapego por lo que se narra y vive en las calles de nuestro país, ahí donde, lejos de escritorios y series de detectives gringos, se viven tragedias y se tiene a flor de piel el temor, el ansia y la rabia por no ver mejoras en el entorno.

  Antes de acribillar al arzobispo, tendríamos qué hacer un examen de conciencia para en qué hemos fallado y a quiénes hemos abandonado, a quiénes, con un afán de egoísmo brutal, hemos dejado de escuchar.

 

 

15 de abril de 2009

¿Valdrá la pena?

          Los dos únicos ingleses titulares del Chelsea: John Terry y Frank Lampard 

 Ayer quedaron listas las semifinales de la Champions League, el torneo donde mejor fútbol podemos observar, el cual opaca la tristísima Copa Libertadores (el Chivas vs Lanus es un ejemplo claro del aberrante espectáculo) y ya no hablemos de la Liga de Campeones de la CONCACAF, pero que, además de goles y resultados, deja varios temas para el análisis.

  Y uno de ellos es el que han resaltado muchos medios internacionales: que entre los cuatro equipos convidados a la penúltima instancia del certamen hay tres ingleses: Chelsea, Manchester United y Arsenal, que hacen bola al Barcelona español.

  De tal manera que todos hablan del poderío del fútbol británico, y que la Premier es la liga más importante del orbe que tiene, por segundo año consecutivo, la posibilidad que la final la disputen dos oncenas emanadas de su torneo, pero muy pocos hacen énfasis en cómo consiguen tales resultados.

  Pues bien, lo hacen no precisamente amparados en el talento local, sino importándolo de cada rincón del globo, basta hacer cuentas de cuántos futbolistas nacidos en Inglaterra actuaron durante la vuelta de los cuartos de final en los clubes que consiguieron avanzar. Cinco de 36, es decir, ni siquiera el 20%.

  Bajo tales circunstancias, valdría la pena preguntarse qué tan válido resulta robustecer un fútbol a base de talento extranjero, en donde el capital es el verdadero mandamás, coadyuvando así a la pérdida de identidad por unos colores, por una camiseta que lleva consigo una serie de valores históricos que se forjaron bajo el amor por una nacionalidad.

  Cierto, la potencia de los cuadros ingleses abruma, pero, de seguir así, podríamos terminar con equipos que ya no forman parte de una ciudad, o de un país, sino que son ciudadanos del mundo, sin sentido de pertenencia, ni bandera, ni destino.

  ¿Valdrá la pena?

12 de abril de 2009

El chico de la foto

  Quienes lo votaron, o al menos llegaron a verlo en los espectaculares y pendones durante su campaña, volvieron a saber de él al identificarlo detrás de Felipe Calderón el día en que el ahora Presidente tomó protesta en San Lázaro custodiado por un nutrido grupo de panistas que fungieron como vallas de protección.

  Su considerable altura física le permitió colarse en la histórica imagen que muestra a un apurado primer mandatario y a unos felices blanquiazules; era un momento crucial para México, y la primera experiencia trascendente para Jesús de León Tello, el chico de la foto, en el Congreso.

  En la suposición, al saber situarse en el lugar indicado, muchos suponían que Jesús realizaría un trabajo destacado, o cuando menos ruidoso para ganar adeptos en el entorno local. Pero no fue así.

  Infelizmente para su causa, el azar de aparecer en la fotografía será su logro más notable como diputado federal, trabajo en el que lejos estuvo de sobresalir y, peor aún, ni siquiera aprovechó para beneficio de su máxima aspiración: ser alcalde de Torreón.

  Jesús, delfín de Guillemo Anaya, ha pasado los últimos tres años bajo una inercia mediocre y de visión reduccionista, algo que colocó sus anhelos en un tobogán, ya que, en términos hipotéticos, después de la horrorosa administración de José Ángel Pérez (con quien perdió la elección interna en 2005) tendría que ser el candidato panista natural, pero su imagen actual y su desapego por la ciudad, le han cobrado factura.

 Sólo los intentos del propio Anaya para revivir al muerto podrían causar un efecto positivo en un político que se diluyó conforme alejó su presencia del terruño. Y ya que no puede repetir aquel detalle de la foto, habrá qué ver cuál será la estrategia de su partido para reposicionarlo, o si de plano inicia la búsqueda de un buen psicólogo que le explique cómo se hilan dos fracasos continuos.

  Aunque, tal vez, el Presidente pueda invitarlo a salir en las fotos de sus giras. Total, mientras se mantenga sentado (por aquello de la altura) y no se ría más de la cuenta, todo puede negociarse.

 El tiempo se viene encima y pronto tendremos respuestas si el chico de la foto y su padrino encuentran la salida a su empantanado presente. 

5 de abril de 2009

No sólo de spots vive un gobierno


Mientras el Ayuntamiento y el Gobierno del Estado disputan a través de spots y espectaculares la autoría de la obra pública en Torreón, la ciudadanía, lejos de preocuparse de quién es el ganador en tan absurdo tema, se mantiene en vilo y acrecienta su temor a causa de la violencia incesante.

  Por ejemplo, el sábado pasado se descubrieron dos cuerpos dentro de un coche abandonado en la populosa y convulsa colonia Durangueña, situación nada inusual si consideramos que tal sector habitacional es el sitio más peligroso de Torreón, pero inquietante al darse a conocer que los ejecutados eran militares en activo.

  Obviamente en tal asunto, ni la autoridad municipal ni la estatal discutieron sobre su actuación; callar es igual a asentir, dicen algunos, aún sea para dejar pasar y hacer.

 Y es que el tema de la narcoviolencia en Torreón roza ya lo irracional para un sitio acostumbrado a mantenerse en márgenes más bien mediocres, por lo que, evidentemente, el miedo supera con creces a la claridad y el análisis.

  Si a ello le sumamos que las autoridades más cercanas han abandonado el tema de la seguridad pública, aún cuando por inherencia tendrían que permanecer involucradas, entonces damos cuenta que la población civil deambula en total indefensión.

  Cierto es que la Federación tampoco ha hecho mucho por ofrecer información clara y precisa de su trabajo en Torreón, y que ello ha permitido que los rumores que indican que Felipe Calderón no asistió a la ciudad en su última visita a Coahuila porque el Estado Mayor Presidencial se aceptó incapaz de brindar la seguridad debida, tomen fuerza a la par de otros que permean en todos los estratos sociales; aunque tampoco son excusa para que Ayuntamiento y Gobierno estatal borren de su agenda el tema del narco, mucho menos con noticias tan turbadoras como la descrita.

  Sí, cierto, las obras allí están, pero las acciones para generar certidumbre y paz, ¿dónde? No sólo de spots vive un gobierno y no sólo de plomo muere el hombre.

 

3 de abril de 2009

¿A quién salvas, Javier?

  Tras el despido de Sven Goran Eriksson de la dirección técnica de la Selección Nacional de fútbol, los ilustres federativos tomaron la decisión de darle el cargo a Javier Aguirre para que repita lo que hizo ya en las eliminatorias del Mundial 2002: llevar al Tri de la eliminación a poder actuar en la cita internacional.

  En el discurso de los directivos, resaltó lo dicho por Néstor de la Torre, flamante director de Selecciones Nacionales: “la experiencia y la personalidad de Javier fueron claves para decidirnos por él”. Hasta ahí todo parece normal, hasta intrascendente, pues coincido con quienes dicen que Aguirre era una de las mejores opciones en el mercado.

  Pero la pregunta que tendríamos que hacernos es: ¿para qué lo llaman? Para salvar al Tri, dice la mayoría, aunque, si el análisis es más profundo y concienzudo, la respuesta deriva en algo escabroso y cínico.

  Cierto es que el tema primordial es que México asista a Sudáfrica, pero el relevo en realidad llega por cuestiones económicas, pues tanto el duopolio televisivo como la retahíla de poderosos patrocinadores, tras el partido ante Honduras, se percataron de que el enorme negocio que representa el combinado nacional pendía de un hilo, de un hilo sueco.

  Sí, sale uno y entra el otro, pero ocurre casi por inercia, por decisión urgente, por una avidez de certidumbre de que la carretada de millones no tendrá fugas, sobretodo en estos tiempos de crisis, en donde los lobos tienen más hambre.

 Nadie habla de cambios de estructura, de deponer a los directivos y de exigir cuentas a aquellos que hacen del Tri una mina de oro y una fábrica de engaños, los cuales los aficionados continuamos consumiendo con una peculiar felicidad plena.

  Javier salvará el negocio, pero nadie piensa en rescatar a los millones de mexicanos que continuamos cayendo ingenuamente en que la Selección es un barredor de tristezas, un manantial de satisfacciones… ¿es peor la ingenuidad o el cínismo? 

2 de abril de 2009

Adiós, Sven


  Que Sven Goran Eriksson fracasara en la Selección Mexicana de fútbol no debe asombrar a nadie; finalmente, el técnico sueco aceptó en su momento la oferta de los federativos aztecas porque ningún equipo de mediana calidad le ofreció un contrato decente para quedarse en Europa, de ahí que de primera instancia su deseo jamás lo llevó a plantearse cambiarse al otro lado del mundo para continuar con su carrera de entrenador.

  Después de sus chascos en la Selección de Inglaterra y el Manchester City, el caché del escandinavo bajó considerablemente en el Viejo Continente, por lo que, después de analizar la propuesta, vio en nuestro país el lugar perfecto para renacer, pues sumaría varios ceros a sus cuentas bancarias y viviría tranquilo en un sitio donde el concepto de competitividad jamás ha quedado claro y, mucho menos, se ha convertido en verbo.

  Ya se veía Eriksson como el artífice de la época dorada del Tri, como el sucesor de los vikingos que llegaran hace más de quinientos años a nuestras tierras; y para ello tenía su pasado, sus títulos y una imagen de docente universitario de elite que siempre le ayudó para seducir a la prensa y a sus enemigos.

  Pero, para su infortunio, lo que rodea al fútbol mexicano no son mariachis, ni buena comida, ni siquiera formalidad, sino toda una carga inexplicable de podredumbre e intereses tan funestos como desvergonzados, presentes por igual en jugadores, dirigentes e, incluso, aficionados.

  Finalmente, Sven no pudo con el entorno, jamás comprendió que más que un entrenador, la  selección requiere un titiritero que pueda maniobrar con todas las partes involucradas tanto dentro como fuera de la cancha, algo impensado para su idiosincrasia, una donde sí se respetan los procesos y la búsqueda de la generalidad es el bien común, otro concepto ausente en nuestro entorno.

  Por ello es que, reitero, su cese no debe causar sorpresa, pues se veía venir desde el mismo día en que su sonrisa fue desapareciendo a la par de que las excusas y las dudas no esclarecidas emanaban pestilentes en cada rincón.