2 de diciembre de 2009

El paquete de Olmos


Eduardo Olmos soñaba con ser alcalde de Torreón. Entendía que todos los cargos que ostentó eran sólo lianas consecutivas que lo llevarían a ocupar la presidencia municipal. Le costó y mucho. Derrota incluida ante José Ángel Pérez hace cuatro años.

Y hoy, a menos de un mes de tomar posesión, ya saborea las mieles de su quimera cristalizada.

Y entre que elige a sus colaboradores y el mobiliario para la oficina, seguramente también hay un dejo de preocupación, pues ya con la marea en calma, comprende que la tarea que tendrá será ardua, por no decir titánica.

Torreón es un polvorín, un caos dentro de una parsimonia que espanta. Obras inconclusas, deudas, desgobierno, policía deshecha y un desencanto general es lo que aguarda por Olmos, que, además de buenas intenciones y bonhomía, tendrá que arribar cargado de una planeación pulcra, única.

Queda claro que en soledad le resultará imposible cumplir los deberes, lo que le obligará a solicitar el auxilio del Gobierno del Estado, entidad que no podrá desentenderse si pretende cumplir cuando menos la mitad de las promesas que el ahora alcalde virtual lanzó.

De hecho, se conoce que durante los primeros quince días de Enero, Humberto Moreira y sus colaboradores más cercanos se estacionarán en Torreón para “echarle una mano (y un bolsillo)” a Olmos, cuya labor será intentar que las dos semanas se conviertan en cuatro años, claro, siempre y cuando esto no signifique perder margen de maniobra y que no se mande desde Saltillo.

¿Podrá con el paquete?

Al tiempo.

20 de noviembre de 2009

La doble moral del norte


Parafraseando a Ismael Serrano, debo decir que vivo en una ciudad (Torreón, Coahuila) con más iglesias que sentimientos, como ocurre con muchas de las ciudades del norte del país, finalmente estructuradas por el dogma andante de franciscanos y jesuitas, diseminadores del catolicismo.

Dicho esparcimiento de la fe generó desde entonces un apego sistemático de la sociedad al deber ser de la iglesia romana, a sus leyes y designios, a sus sacramentos: manuales de buenas costumbres.

Y así, los guerreros encomiables que forjaron los terruños, vencidos por la espada y la cruz, vieron desvanecerse al espíritu de la rebeldía y el desenfado, del cual ya sólo queda un leve susurro.

Porque, en términos generales, los resabios de dicha coyuntura han hecho de Torreón y conexas poblaciones mecidas dócilmente en cuna de opio. Sumisas y adoctrinadas, han olvidado que la vida es mucho más amplia que el guardar las formas y festejar con lentejuela bodas y quinceañeras.

Aunque también existe cierta fortuna, pues hay algunos que aún agudizamos el oído para que el susurro de rebeldía impere de vez en vez y retomar así las sensaciones más básicas del ser humano, allí donde el hedonismo se hace carne, donde se vive bordeando la pupila de la noche.

Y es bajo el manto estelar donde se refugian nuestras queridas putas, mujeres con nombres de pila, con quienes desfogamos la tensión de los preparativos cotidianos; es dentro de la oscuridad profunda donde las quinceañeras retratadas en las secciones de socialité comparten humedades con cualquier fulano de tal, como tú, como yo.

Es ya sobre el cierre de edición de nuestros diarios que retratan la lentejuela, cuando los avisos de ocasión se llenan de ofertas de talla 5 y rubio platino; es cayendo la tarde cuando en inauguraciones de estadios millonarios las edecanes portan leotardos que develan sus más frágiles recovecos.

Y ahí vamos todos, sonrientes, disimulando. Unos cubren su excitación con golpes de pecho y muecas de reprobación, mientras otros controlamos el instinto depredador de entrepiernas esgrimiendo comentarios tontos como “que mal está la economía” o “Sabina canta cada día mejor”.

La doble moral nos condiciona, nos coloca pesados lastres y evita la condensación de nuestra sociedad, que parece recitar a Neruda: “para que nada nos amarre que no nos una nada”. Vaya, ni siquiera la libertad de decidir, de arrojarnos plenos al placer.

No es que se trate de quemar las naves, ni los templos, tampoco de dejar de lado costumbres que finalmente forman parte de la idiosincrasia local. Sencillamente, hay que aspirar a la tolerancia y a la apertura. A no condenar la esencia erótica que todos portamos, por más que a unos parezca habérseles marchitado a la par de la imaginación.

Con ello, seguro estoy que Torreón y el resto de ciudades norteñas, tendrán más sentimientos que iglesias, más emociones que oficinas grises. Será entonces cuando crucemos los largos puentes hacia la dicha.

19 de noviembre de 2009

La larga sombra de Fidel


Elegir a los personajes que trascendieron durante el Siglo XX y que permanecen vivos en el XXI, no es tarea sencilla, más aún cuando algunos que tendrían que estar (Mailer, Kubrick, Kapuscinski o Coetzee, por citar algunos), murieron en la última década, llevándose consigo buena parte de la historia conocida.

Pero, aún así, quedan suficientes nombres para armar una lista brillante, de carácter votivo. Un listado de sujetos convidados a una fiesta en la cual no faltaría nada, pues, además de bebidas, tendríamos música y charlas interminables, de las que escosen heridas y reconcilian con el mundo.

En el escenario, improvisando melodías, Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat comandarían a Tom Waits, Bob Dylan, Paul McCartney y Roger Waters, quienes darían pie a un Plácido Domingo embriagado de las palabras de José Saramago y y Gabriel García Márquez, abocados en elogiar la mirada torva de Elfriede Jelinek.

Entretanto, en una mesa en el fondo, Nelson Mandela, Lech Walesa y Felipe González, escucharían con atención a un Mijail Gorbachov emocionado por ver reunidos y compartiendo tragos a Diego Maradona, Pelé y Alfredo Distéfano, que olvidarían el inocuo debate sobre quién es el mejor futbolista de la historia.

Mientras, en otro rincón, lejos del barullo, Roman Polansky, Martin Scorsese y Oliver Stone, intentarían explicarle a Bill Gates cómo el cine es una ventana de libertad al mundo cotidiano, aunque, seguramente el genio se decantaría por intentar responderse cómo un monstruo deportivo como Casius Clay, flanqueado en un sillón por Pete Sampras y Bjorn Borg, terminó invadido por el Parkinson.

La fiesta imperdible, de escasas invitaciones. Un convivio donde sólo uno podía ser el anfitrión: Fidel Castro, el rey de los acreedores, pues si la historia le adeuda la oportunidad de reivindicarse, millones de seres humanos le debemos la posibilidad de decidir cómo vivir, a pesar de que la vorágine capitalista se obstine en guiarnos.

Inútil sería negar que la sombra del Comandante Castro no habita cada rincón de nuestro entorno. Guste o no, aún con su lenta agonía, Fidel ha logrado mantener, a base de un riguroso estoicismo, su perfil heroico. Ya Norman Mailer se lo dijo en una carta abierta en 1961: “usted nos dio a todos los que estamos solos en este país, y que en general no halamos entre nosotros, la sensación de que aún quedan héroes en el mundo”.

El carácter revolucionario de Fidel nos ha permitido mantener el espíritu primigenio de la libertad, aquel que nos indica que no pertenecemos a nadie más que a nuestros actos y que de nosotros depende que el mundo pare en buen puerto, uno donde la producción en serie y el tecnicismo no sean la ruta infalible al éxito.

Uno donde el pensamiento supere a la fuerza, donde los bienes de producción no sólo fabriquen mercancías de valor agregado, sino también construyan páramos donde valga más un beso profundo que cualquier moneda primermundista.

En pleno Siglo XXI la sombra de Fidel se agiganta con el tiempo, lo mismo que el aporte de Etcétera en el mundo mediático nacional.

6 de septiembre de 2009

Sin gloria, sin rumbo



Así se irá José Ángel Pérez de la alcaldía de Torreón.

Penosamente para el aún alcalde, su trabajo al frente de la administración local lo deja sin una pizca de gloria; por más que, durante los cuatro años de trabajo, sumó algunos aciertos (como la modernización del transporte público), los crasos y múltiples errores terminaron por arrebatarle un sitio importante en la historia política de la ciudad.

Evidentemente, le costará asumir tal desenlace, pues su visión al tomar el cargo era finalizarlo decorosamente (al grado de que veía a la empresa como el lujoso trampolín que lo acercara a la gubernatura), pero, luego de un tiempo, la herida escocerá y probablemente lo veamos en otro cargo más temprano que tarde.

Así, el verdadero problema no es la suerte del señor Pérez, sino la de Torreón, que, a causa de la ausencia de gloria del mandatario, en el mejor de los casos podemos decir que no tiene rumbo, y, en el peor, nada costaría asegurar que se enfila hacia el abismo.

Policía desmoronada, finanzas públicas en vilo, obras inconclusas, inoperancia administrativa, y la sensación general de que las cosas pueden ir a peor, es la herencia que JAPH dejará a quien lo suceda. Él podrá rehacerse, pero queda por ver si Torreón encuentra la forma de dar con la misma suerte.

Bien dicen que los gobernantes pasan y el territorio permanece, pero pocos abundan sobre el daño que pueden infligir las decisiones de un individuo o de un pequeño conjunto de éstos sobre el destino de toda una comunidad.

En el caso torreonense, los últimos tres años y ocho meses han sido una multiplicación de autoflagelaciones, mismas que le dejan maltrecho, débil e incapaz de reinventarse rápidamente para afrontar un futuro inmediato que viene cargado de nubarrones.

Sí, José Ángel se va, para muchos será un alivio, pero los resabios aún no florecen, y el tiempo los volverá implacables.

30 de agosto de 2009

Amigo, enemigo


De acuerdo con las encuestas, Eduardo Olmos, candidato del PRI a la alcaldía de Torreón, lleva una importante ventaja sobre Jesús de León, el aspirante de Acción Nacional. Tan importante es la brecha, que sólo parece remontable si el universo entero conspira a favor de los blanquiazules.

Además de la sentencia referida, en tales instrumentos cuantitativos destaca el nivel de aprobación del que goza Humberto Moreira. Con niveles superiores al 80%, el gobernador se constituye así (vía sondeo) como el mandatario estatal más aceptado por la gente.

Y contra ello pelean todos los candidatos ajenos al PRI. El enemigo de los partidos de oposición no es quien aparecerá en la boleta representando al tricolor, sino la figura de Don Humberto, que igual baila cumbia y reparte monederos que aparece a todo lujo en las revistas de la socialité nacional, sumando y sumando adeptos.

Prácticamente, a través del omnipoder que ha cosechado, el mandatario puede darse el lujo de postrar su dedo por cualquiera y hacerlo vencer en las urnas. Ya lo vimos en las elecciones federales de Julio.

Por ello, en el caso específico de Torreón, De León sabe que el contrincante no es Olmos, sino Moreira, un personaje al que no puede criticársele porque el tiro saldría por la culata.

Y he aquí la paradoja. Hoy por hoy, a Jesús le urge retratarse con el mandatario, lanzar un mensaje de cooperación y confirmarse como un soldado dispuesto a compartir trinchera, con el fin de tomar impulso para, llegada la fecha idónea, iniciar el golpeteo sobre el punto más débil de la maquinaria priísta que anhela hacerse con la presidencia torreonense: Lalo Olmos.

Amigos y enemigos.

23 de agosto de 2009

Las opciones de Jesús


El domingo pasado, los panistas de Torreón eligieron a Jesús de León Tello como su candidato a la presidencia municipal. El ex diputado federal fue el único aspirante al puesto, ya que previo al proceso interno, los dos grupos antagónicos (el de Guillermo Anaya y el de José Ángel Pérez) pactaron el resultado con la condición de que Rodolfo Walls (delfín del alcalde) encabezara la lista de regidores.

Bajo tales decisiones antidemocráticas, las posibilidades de ver a otros personajes pugnar por el sitio simplemente se esfumaron. Mal entendida queda la “unidad” dentro del panismo torreonense, pues para llegar a dicho puerto deben dejarse de lado los intereses voraces, algo que no ocurrió en el caso referido.

Pero, regresando al tema central, luego de su “triunfo”, de León enfrentará una empresa titánica: ganarse la confianza de la ciudadanía, no sólo de los panistas alineados.

Jesús, tiene pinta de sensato, y quienes lo conocen confían en su capacidad y buenas intenciones, pero precisamente en ello estriba el reto: permear tales conceptos en el pópulo, entre la masa votante. No en la gente de las colonias de clases media y alta (voto duro azul), sino en los rincones de Torreón donde la mano ancha del PRI toca hasta las amígdalas.

Y es que, mientras el PRI local, cobijado por la infraestructura del Gobierno Estatal, ha trabajado (en sentido positivo y negativo) durante los últimos cuatro años para hacerse con la alcaldía, el PAN ha insistido en auto flagelarse por dos vías: la primera, a través de la muy mala administración de Pérez Hernández, y la segunda, paradójicamente, con el auto exilio de sus otros líderes, en los que se incluye a de León y al propio Anaya, que vivieron más pendientes de cosechar beneficios de su estancia en el DF que de los devenires en su tierra.

Por ello, hoy que retorna al terruño al cien por ciento, y aspira a que el blanquiazul refrende el triunfo en las urnas, Jesús de León tendrá que construir una estructura robusta e inteligente, que le asegure la competitividad necesaria para detener a la apisonadora priísta, la cual entiende a los comicios de Octubre como la plataforma idónea para cerrar el círculo de la omnipotencia a nivel estado.

No son muchas las opciones del panista, pero por bien de la comunidad, más vale que las multiplique rápidamente, y que obligue a sus rivales a la sensatez. Sólo así ganará el pueblo.

16 de agosto de 2009


Lo ocurrido en el CERESO de Gómez Palacio, Durango, ciudad conurbada con Torreón, a fines de la semana pasada, es muestra clara de la podredumbre en que vive La Laguna entera.

Veinte muertos, múltiples heridos y la sensación de desgobierno en los dos lados del Nazas, son las cosechas que dejó la siembra del terror a causa del cruento enfrentamiento entre las dos alas de internos del reclusorio.

Porque no sólo se trata de un asunto aislado sobre el que bastaría repartir culpas, sino que forma parte de una cadena cuyos eslabones mantienen en riesgo la certeza de que la paz social, o al menos la estabilidad de ésta, continúe posicionada como la cotidianeidad lagunera.

Y es que, mientras en Gómez Palacio el CERESO es un polvorín, Torreón sufre con una policía infiltrada que sólo responde a los mandatos del crimen organizado, y en ambas ciudades la ausencia de las autoridades es plena; entiéndase, hay un vacío de poder tan pleno como vergonzoso.

Ni alcaldes ni gobernadores han tenido la sensibilidad (o el valor, según se vea) de velar por los reales intereses de la ciudadanía, pues han priorizado los temas electorales a los que realmente forman la acción de gobernar; así, todo aquello que requiera de la intervención decidida e inteligente a partir de decisiones trascendentes o políticas públicas profundas, sencillamente no se encuentra escrito en su agenda.

Al final, los muertos siguen apilándose, la gente pierde capacidad de asombro y se acostumbra a la violencia, mientras que nuestros limitados políticos se aferran a sus cotos de poder, a sus bastiones electorales, allí donde son lluvia que empapa, manto que cubre, donde realmente pueden mandar, porque en los asuntos diarios, en la vida del peatón, tienen muy poco qué decir, lastimosamente.


13 de agosto de 2009

El omnipotente


Como a todos los que guardamos interés en el fútbol, me alegró la victoria de México ante Estados Unidos. Justo en este espacio comenté de la trascendencia que tenía el cotejo para el futuro para el balompié local, por lo que el 2-1 dio respiro a muchas almas.

Aunque, para no variar, fuimos testigos, nuevamente, del engaño en el que, por sistema, intentan hacernos caer los consorcios mediáticos. Desde el silbatazo final, la bestia televisiva se abalanzó feroz en contra de nuestras adormiladas conciencias, haciéndonos creer que ganarle a los yanquis era, por ley natural, la nota principal, aquella que debía permear en cada rincón del país.

Vendieron la idea de que el miércoles era un día de fiesta, algo único, irrepetible, histórico. Subliminalmente, los noticiarios nos concedieron permiso para no enrollarnos con los problemas públicos, total que la crisis económica va y viene, y cada semana la Suprema Corte ordena liberar campesinos indígenas luego de una década en la cárcel.

Lo más triste estriba en que el montaje continúa funcionándoles, pues no alcanzamos aún como sociedad a diferenciar los asuntos públicos de los privados, lo legítimo de lo legal, lo sentimental de lo material.

El fútbol guarda su importancia, sí, pero ésta no debe ir más allá de un simple gozo deportivo, imposible de relacionarse con los temas que como sociedad tenemos pendientes, incluso en materia histórica.

Basta de que nos vendan y compremos el fútbol como un ente omnipotente, que escose todas las heridas y se vuelve panacea universal. Con toda la afición que podamos profesarle, no deja de ser el destino de un balón en pies de veintidós sujetos.

11 de agosto de 2009

El partido, con mayúsculas



Más que a la selección de Estados Unidos, la de México se enfrenta hoy a sí misma, al reflejo que el espejo le da cada mañana. Sobra decir que la imagen no es agradable, mucho menos esperanzadora.

Por ello, la trascendencia del cotejo. Además de los tres puntos y de salvar el barco a la deriva, el equipo de Aguirre disputará la creencia en sus posibilidades próximas, es decir, en juego está el futuro del conjunto y de los individuos que lo integran.

Y es que, si los locales caen ante los yanquis, cada uno de los integrantes del grupo verá caer a los pies de los ácidos críticos y, lo que es peor, a los de la afición, su carácter mítico, que, paradójicamente, deben precisamente a aquellos que por años han ensanchado su cartera a través de las pírricas victorias del Tri.

Es curioso cómo tendemos al canibalismo. Si el ser mítico nos funciona, construimos para él Olimpos particulares, mausoleos majestuosos, odas grandilocuentes; si no lo hace, sin miramientos lo volvemos terrenal y lo consumimos a granel, con cierta excitación por la degradación a la que le sometemos.

Por la salud mental de todos los que conformamos el entorno, ojalá los verdes triunfen y lo hagan contundentemente. De otra forma, habremos de soportarnos los unos a los otros, cada quien expulsando sus propios fantasmas y asuntos más vomitivos sobre el de junto.

Lo dicho, más vale que el Tri gane. Por ello el de hoy es el PARTIDO, con mayúsculas, con neón y con sangre, pues no estamos como para soportar las tragedias de los insulsos.

Imagen: http://euro.mediotiempo.com/media/cartones/2009/07/gabriel-me-llamaban-el-039matagigantes039-20090726_1024.jpg

9 de agosto de 2009

Las tres bofetadas



Sólo muy pocos, además de sus incondicionales, creyeron que Antonio Juan Marcos Villarreal sería designado por Humberto Moreira como el candidato del PRI a la alcaldía de Torreón; incluso él mismo, conforme la fecha de la decisión fue acercándose, comprendió que no tenía oportunidad ante Eduardo Olmos, delfín del gobernador. Primera bofetada.

La segunda, quizá la más dolorosa, fue al percatarse de que nunca hubo una competencia verdadera, es decir, reconocer que sólo fue utilizado para enaltecer el maquiavélico “espíritu democrático” del tricolor coahuilense.

Y, por si los dos reveses anteriores no le dejaban aún en claro quién manda, llegó el tercero: ser nombrado Secretario de Desarrollo Regional en La Laguna. Y es que, el super trampolín que posicionó a Olmos como el mecenas torreonense para Juan Marcos puede significar su degradación política.

Paradójicamente, no podrá hacer uso de las herramientas y recursos de la SDR que tanto le dieron a su antecesor, pues se encontrará copado, limitado en todo sentido, como mera figura decorativa si Olmos gana la alcaldía, lo cual es más que probable.

Angustiado, impotente, debe estar Antonio, quien, obligadamente, deberá dar con un camino que le regrese a la jugada, ya que, de otra forma, irá perdiendo gas hasta quedar superado por el entorno y sus enemigos, quienes, curiosamente, resultaron ser sus correligionarios.

Entretanto, luego de hacer a un lado a Juan Marcos, Olmos y los Moreira preparan el asalto a la presidencia. Y vaya que tienen trabajo, pues se encontrarán con un polvorín, que más allá de los graves problemas que se han mediatizado, sufre de otros, subrepticios aún, que tienen todas las papeletas para mutar en escollos insalvables.

Foto: la coctelera.com

3 de agosto de 2009

La confesión


La confesión escrita es el mejor remedio para conjurar viejos fantasmas. Quizá por ello soy periodista, quizá por ello el camino epistolar me parece el más corto para enterar a los seres amados de verdades terribles o sentimientos imposibles.

Por ello, y celebrando mi regreso a estas páginas, confieso que, curiosamente, no es la alegría lo que me puso de vuelta a escribir sobre fútbol, sino un velo de tedio que me envuelve cada fin de semana desde hace ya un tiempo razonable.

Lo que antes era un privilegio, una satisfacción, se ha transformado en un pesado ritual, en costumbre de lacerantes anacronismos. Prepararse para analizar la jornada en turno es ya un lastre, una de esas obligaciones que cuestan, como ir a la primera misa dominical o acudir a los kilométricos desfiles de la primavera sólo porque un sobrinito vestirá de abejorro.

Aunque lo más lamentable estriba en que, como muchos de ustedes, me mantengo fiel, engañándome cada semana, como la gorda que se mira al espejo y se hace creer que la dieta actual le revolucionará la vida y le cohibirá la avidez de grasas y azúcares.

Y, como todo buen enfermo que anhela una cura pero hace poco por obtenerla, me he puesto a hacer cuentas para contrastar y abofetearme por atentar contra mis propios intereses, tanto mundanos como profundos, y los resultados son alarmantes.

Resulta que si los aficionados pamboleros vemos tres partidos en promedio por fin de semana, en un mes consumiremos 1080 minutos de nuestras vidas pegados a un televisor, cuya señal nos atiborra de comerciales y accidentadas y burdas narraciones.

Con ello, al año hablamos de más de 10 mil minutos de seguir las transmisiones futboleras (sin contar torneos internacionales, el Tri y demás), es decir, la friolera de 7 días enteros cada doce meses.

Una semana que bien podríamos tomarnos de vacaciones o, más importante, hacer el amor, jugar con nuestros hijos o, si de asuntos rebuscados se trata, dedicarnos a la vida contemplativa.

Propongo entonces, que si el asunto no mejora y el espectáculo ofrecido mantiene esos niveles paupérrimos de calidad, busquemos alternativas y, sobretodo, ayuda.

Dicen que las mujeres ostentan ambas.


2 de agosto de 2009

Y la tierra es para...


Hace veinte años, cuando el TLCAN se nos vendía como la panacea para nuestros múltiples males, como el paso definitivo para integrarnos al primer mundo, los hacedores de políticas públicas de entonces (rígidos tecnócratas) ideaban a la vez programas de subsidio que, en su momento, disminuyeran las diferencias en el acceso a los recursos públicos entre los campesinos mexicanos y los norteamericanos.

Así surgió, entre otros, el Procampo, el cual contaba con buena teoría, pero con un pésimo aparato de aplicación, pues, además de la limitante económica (comparándolo con los subsidios gringos y canadienses), sufría el añadido de la corrupción atroz.

Terriblemente para todos, luego de dos décadas de existencia, comprobamos que nada ha cambiado y que muchos políticos grises continúan aprovechando los programas sociales para presumir en el campo los éxitos que no tienen en el ejercicio de su oficio.

Entre los nombres que Vanguardia tuvo bien a publicar (y que, en un caso más para la suspicacia, en los medios laguneros pasaron desapercibidos) destacan varios laguneros, entre ellos Héctor y Braulio Fernández Aguirre. El primero, diputado federal electo, el segundo, ex alcalde de Torreón y homónimo de su padre, ex gobernador de Coahuila, de quien la sociedad guarda grato recuerdo. Entre ambos, se han llevado más de cuatro millones de pesos del programa federal.

Muchos dirán que nada de ilegal hay en que los miembros de la lista se hayan beneficiado del Procampo. Y, es verdad, no existe delito, pero sí faltas a la ética e, incluso, a la moral, a los valores de justicia y equidad a los que tendríamos que someternos todos, por igual.

Cuesta entender bajo qué criterios accedieron los personajes citados a los beneficios del Procampo, pero más arduo resulta comprender y aceptar que, mientras la gente que nos alimenta y trabaja la tierra día y noche sigue viviendo en la miseria, sudando sangre para obtener una cosecha redituable, aquellos que tienen nexos con los tomadores de decisiones se vuelven, por arte de magia (o del recurso público) exitosos campesinos, aunque parezcan más latifundistas que verdaderos expertos en las labores del campo.

En el país de los absurdos, la tierra no es de quien la trabaja, sino de quien aprovecha mejor sus relaciones.

26 de julio de 2009

El inelegible

Los políticos sueñan con ser candidatos cuando su partido ostenta el poder, pues, en caso de estar del lado de la oposición, difícilmente conviene arriesgarse a plantar cara al partido oficial, sobremanera en elecciones locales.

Así, queda claro que algo grave, sumamente grave, debe ocurrir para que todos los suspirantes naturales de Acción Nacional por la alcaldía de Torreón duden de sus posibilidades de triunfo en las próximas elecciones de Octubre, situación que les hace recular incluso de lo que en algún momento determinaron como su futuro manifiesto.

Hicieron todo para ser elegibles. Negociaron con propios y extraños. Pero bien se sabe que el valor y el respaldo social no se compran en la esquina, y mucho menos se dan de facto.

Con todo lo dicho, resulta mucho más paradójico y lamentable que los propios panistas torreonenses releguen a sus propios correligionarios por el mero hecho de no seguir sus estelas rígidas, controvertidas y cuestionables. Qué importa si los tachados como proscritos tengan credenciales suficientes para postularse, lo que trasciende, según parece, es seguir la peculiar lógica de quienes mandan.

Para ejemplo está Carlos Bracho. Diputado federal a punto de terminar su mandato, presentó el fin de semana pasado su tercer y último informe de trabajo. Sí, un diputado que públicamente muestra su trabajo con santo y seña, con cuchillo y barniz.

Logros importantes durante su gestión, muestras de cómo y en qué gastó cada peso que le fue otorgado y la aceptación general de la ciudadanía son los aspectos positivos que Bracho se llevará consigo, pero que, increíblemente, lo anulan de la posibilidad de ser elegido como candidato a la presidencia municipal.

Resulta entonces, que la sensatez, el trabajo honesto y el crédito popular ganado a pulso ganancias para la anécdota, que te vuelven inelegible.

Bajo tales parámetros, se da nuestra política.

19 de julio de 2009

Ni eslabón de lujo, ni trinchera de cobardes


Aunque el actual Gobierno enfrasque a la entidad en cierto estado de adormilamiento político con maquiavélicas formas, lo cierto es que no podrá evitar que (por más pequeña que resulte) comience la agitación a causa de las próximas elecciones. Mucho convendría a sus intereses que la marea fuese de alberca, pero la naturaleza inquieta de los coahuilenses no lo permitirá.

Por ejemplo, Torreón comienza a ofrecer signos importantes, sobre todo a través de aquellos que disputarán la alcaldía; PRI y PAN prácticamente han definido quiénes serán sus candidatos, lo que augura desde ya una lucha voraz por vencer al enemigo en las urnas.

Bajo dicha coyuntura, se destaca la diferencia radical en las posturas, en los porqués para triunfar: mientras el tricolor ve en la ciudad lagunera el eslabón faltante para monopolizar el poder estatal (lo que permite deducir que sus deseos de victoria se basan más en la vanidad), el blanquiazul se aferra a Torreón como la última trinchera donde agazaparse ante la amenazante maquinaria de guerra rival. Así de poco es lo que, a ojos de los partidos, merece Torreón y su sociedad.

Porque no parece que ninguno de los dos aspirantes tenga un proyecto trascendente, una plataforma real, concreta y factible para sacar a la ciudad del atolladero económico, social y de seguridad pública en el que se encuentra hundido tras la lacerante administración de José Ángel Pérez.

Para desgracia de los ciudadanos, parece que las campañas se constreñirán a saturar el entorno de sinsentidos, a rellenar de mierda los bolsillos del contrincante y a reírse gélidamente en todas las fotografías; en resumen, tendremos candidatos como naipes, muy frontales, pero sin volumen.

Con lo dicho, la marea de la que se hablaba en un comienzo, deberá hallar fuerza en sí misma, en la exigencia del derecho a reivindicación que tiene Torreón, que no es ni eslabón de lujo, ni trinchera de cobardes. Queda claro, que su papel es mucho más grande.

Foto: www.traveltorreon.com