24 de mayo de 2009

Para que no crezcan los enanos


 Tras caer derrotado por José Ángel Pérez hace casi cuatro años en la elección para alcalde de Torreón, Eduardo Olmos juró venganza, y parecía contar con el beneplácito de los hermanos Moreira para lograrla.

  Pero Olmos no contaba con dos factores: el primero, una serie de errores puntuales que sus jefes no terminan de perdonarle, y el segundo, que emergerían varios rivales dispuestos a destronarlo, a arrebatarle la estafeta para ser again, el candidato del PRI.

  Primero fue Antonio Juan Marcos el que se apuntó a través de un oneroso dispendio de recursos familiares y el beneplácito de los Moreira para meterle emoción y “competitividad” al asunto; luego, menos estruendoso, le siguió Salvador Hernández Vélez.

  Hasta ahí todo parecía una sana competencia, pero con el paso del tiempo, Rubén y Humberto comienzan a percatarse que ninguno de los tres en discordia logra despuntar lo debido y lo deseado.

  A tal grado llega el rating que varios ex alcaldes torreonenses (quienes ya únicamente aparecían a los álbumes fotográficos en blanco y negro) han levantado la mano para que les tomen en cuenta… así de flaca está la caballada.

  Queda claro que los hermanos Moreira se encuentran ante una coyuntura inquietante, que saben de la imperiosidad de seleccionar a un elemento que les guarde fidelidad, pues para sus planes a futuro no pueden darse el lujo de generar un vacío en La Laguna, sitio en que tienen sobrado interés por la historia reciente historia panista.

  Pronto tendrá que posarse sobre alguno de los suspirantes el dedo mágico del gobernador, el problema es que, ante un río tan revuelto, el ungido podría deberle más al azar que a su capacidad el nombramiento, detalle que, evidentemente, repercutiría directamente en las urnas.

  No bastará entonces la nominación  X o Y para que el PRI obtenga la alcaldía. Hará falta un trabajo arduo y casi clínico para que al circo moreirista no le crezcan los enanos. 

  

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