15 de abril de 2009

¿Valdrá la pena?

          Los dos únicos ingleses titulares del Chelsea: John Terry y Frank Lampard 

 Ayer quedaron listas las semifinales de la Champions League, el torneo donde mejor fútbol podemos observar, el cual opaca la tristísima Copa Libertadores (el Chivas vs Lanus es un ejemplo claro del aberrante espectáculo) y ya no hablemos de la Liga de Campeones de la CONCACAF, pero que, además de goles y resultados, deja varios temas para el análisis.

  Y uno de ellos es el que han resaltado muchos medios internacionales: que entre los cuatro equipos convidados a la penúltima instancia del certamen hay tres ingleses: Chelsea, Manchester United y Arsenal, que hacen bola al Barcelona español.

  De tal manera que todos hablan del poderío del fútbol británico, y que la Premier es la liga más importante del orbe que tiene, por segundo año consecutivo, la posibilidad que la final la disputen dos oncenas emanadas de su torneo, pero muy pocos hacen énfasis en cómo consiguen tales resultados.

  Pues bien, lo hacen no precisamente amparados en el talento local, sino importándolo de cada rincón del globo, basta hacer cuentas de cuántos futbolistas nacidos en Inglaterra actuaron durante la vuelta de los cuartos de final en los clubes que consiguieron avanzar. Cinco de 36, es decir, ni siquiera el 20%.

  Bajo tales circunstancias, valdría la pena preguntarse qué tan válido resulta robustecer un fútbol a base de talento extranjero, en donde el capital es el verdadero mandamás, coadyuvando así a la pérdida de identidad por unos colores, por una camiseta que lleva consigo una serie de valores históricos que se forjaron bajo el amor por una nacionalidad.

  Cierto, la potencia de los cuadros ingleses abruma, pero, de seguir así, podríamos terminar con equipos que ya no forman parte de una ciudad, o de un país, sino que son ciudadanos del mundo, sin sentido de pertenencia, ni bandera, ni destino.

  ¿Valdrá la pena?

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