12 de julio de 2009

Muchos puentes, pocos estudiantes


Como suele ocurrir cotidianamente en la vida apresurada que lleva el mundo, ciertas noticias, con todo y su impacto innato, pasan de largo, se esfuman en un segundo, decaen en importancia cuando les suplen otras, por lo regular más espectaculares o propias para la comidilla.

Y así ocurrió con lo que Vanguardia informó el pasado domingo: 7 mil alumnos de las secundarias coahuilenses desertaron por la necesidad de hacerse de un empleo que auxilie a la maltrecha economía familiar.

Si fueran muertos o desempleados, estaríamos tirándonos de los pelos, las autoridades buscando culpables en la acera contraria y los empresarios excusándose tras el papel de víctimas inertes del cruel entorno. Pero, como hablamos de estudiantes, da igual, finalmente, pensarán, el destino manifiesto de la mayoría será el mismo de ahora: emplearse como operarios o cerillos de supermercado.

El problema del asunto radica en el constante engaño al que nos someten nuestros gobernantes, que continúan pregonando que la educación es lo que nos sacará del atolladero, pero, además de las alianzas políticas con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y un presupuesto robusto para el pago de salarios, no se otean en el horizonte políticas públicas profundas que puedan abatir aquellos lastres ruinosos como la deserción escolar por la imperiosidad de comer y vestir.

Y que ninguna autoridad, sea federal o estatal, haga del tema bandera no se explica, ni lleva una coherencia, ya no hablemos de decencia. Abundantes puentes, abundante progreso de infraestructura, pero de los cimientos sociales, ni hablar, ni una palabra.

Quizá sea porque estudiantes sobran, pero seguimos faltos de carriles donde manejar nuestros coches.

Que venga Dios y lo vea.

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