30 de agosto de 2009

Amigo, enemigo


De acuerdo con las encuestas, Eduardo Olmos, candidato del PRI a la alcaldía de Torreón, lleva una importante ventaja sobre Jesús de León, el aspirante de Acción Nacional. Tan importante es la brecha, que sólo parece remontable si el universo entero conspira a favor de los blanquiazules.

Además de la sentencia referida, en tales instrumentos cuantitativos destaca el nivel de aprobación del que goza Humberto Moreira. Con niveles superiores al 80%, el gobernador se constituye así (vía sondeo) como el mandatario estatal más aceptado por la gente.

Y contra ello pelean todos los candidatos ajenos al PRI. El enemigo de los partidos de oposición no es quien aparecerá en la boleta representando al tricolor, sino la figura de Don Humberto, que igual baila cumbia y reparte monederos que aparece a todo lujo en las revistas de la socialité nacional, sumando y sumando adeptos.

Prácticamente, a través del omnipoder que ha cosechado, el mandatario puede darse el lujo de postrar su dedo por cualquiera y hacerlo vencer en las urnas. Ya lo vimos en las elecciones federales de Julio.

Por ello, en el caso específico de Torreón, De León sabe que el contrincante no es Olmos, sino Moreira, un personaje al que no puede criticársele porque el tiro saldría por la culata.

Y he aquí la paradoja. Hoy por hoy, a Jesús le urge retratarse con el mandatario, lanzar un mensaje de cooperación y confirmarse como un soldado dispuesto a compartir trinchera, con el fin de tomar impulso para, llegada la fecha idónea, iniciar el golpeteo sobre el punto más débil de la maquinaria priísta que anhela hacerse con la presidencia torreonense: Lalo Olmos.

Amigos y enemigos.

23 de agosto de 2009

Las opciones de Jesús


El domingo pasado, los panistas de Torreón eligieron a Jesús de León Tello como su candidato a la presidencia municipal. El ex diputado federal fue el único aspirante al puesto, ya que previo al proceso interno, los dos grupos antagónicos (el de Guillermo Anaya y el de José Ángel Pérez) pactaron el resultado con la condición de que Rodolfo Walls (delfín del alcalde) encabezara la lista de regidores.

Bajo tales decisiones antidemocráticas, las posibilidades de ver a otros personajes pugnar por el sitio simplemente se esfumaron. Mal entendida queda la “unidad” dentro del panismo torreonense, pues para llegar a dicho puerto deben dejarse de lado los intereses voraces, algo que no ocurrió en el caso referido.

Pero, regresando al tema central, luego de su “triunfo”, de León enfrentará una empresa titánica: ganarse la confianza de la ciudadanía, no sólo de los panistas alineados.

Jesús, tiene pinta de sensato, y quienes lo conocen confían en su capacidad y buenas intenciones, pero precisamente en ello estriba el reto: permear tales conceptos en el pópulo, entre la masa votante. No en la gente de las colonias de clases media y alta (voto duro azul), sino en los rincones de Torreón donde la mano ancha del PRI toca hasta las amígdalas.

Y es que, mientras el PRI local, cobijado por la infraestructura del Gobierno Estatal, ha trabajado (en sentido positivo y negativo) durante los últimos cuatro años para hacerse con la alcaldía, el PAN ha insistido en auto flagelarse por dos vías: la primera, a través de la muy mala administración de Pérez Hernández, y la segunda, paradójicamente, con el auto exilio de sus otros líderes, en los que se incluye a de León y al propio Anaya, que vivieron más pendientes de cosechar beneficios de su estancia en el DF que de los devenires en su tierra.

Por ello, hoy que retorna al terruño al cien por ciento, y aspira a que el blanquiazul refrende el triunfo en las urnas, Jesús de León tendrá que construir una estructura robusta e inteligente, que le asegure la competitividad necesaria para detener a la apisonadora priísta, la cual entiende a los comicios de Octubre como la plataforma idónea para cerrar el círculo de la omnipotencia a nivel estado.

No son muchas las opciones del panista, pero por bien de la comunidad, más vale que las multiplique rápidamente, y que obligue a sus rivales a la sensatez. Sólo así ganará el pueblo.

16 de agosto de 2009


Lo ocurrido en el CERESO de Gómez Palacio, Durango, ciudad conurbada con Torreón, a fines de la semana pasada, es muestra clara de la podredumbre en que vive La Laguna entera.

Veinte muertos, múltiples heridos y la sensación de desgobierno en los dos lados del Nazas, son las cosechas que dejó la siembra del terror a causa del cruento enfrentamiento entre las dos alas de internos del reclusorio.

Porque no sólo se trata de un asunto aislado sobre el que bastaría repartir culpas, sino que forma parte de una cadena cuyos eslabones mantienen en riesgo la certeza de que la paz social, o al menos la estabilidad de ésta, continúe posicionada como la cotidianeidad lagunera.

Y es que, mientras en Gómez Palacio el CERESO es un polvorín, Torreón sufre con una policía infiltrada que sólo responde a los mandatos del crimen organizado, y en ambas ciudades la ausencia de las autoridades es plena; entiéndase, hay un vacío de poder tan pleno como vergonzoso.

Ni alcaldes ni gobernadores han tenido la sensibilidad (o el valor, según se vea) de velar por los reales intereses de la ciudadanía, pues han priorizado los temas electorales a los que realmente forman la acción de gobernar; así, todo aquello que requiera de la intervención decidida e inteligente a partir de decisiones trascendentes o políticas públicas profundas, sencillamente no se encuentra escrito en su agenda.

Al final, los muertos siguen apilándose, la gente pierde capacidad de asombro y se acostumbra a la violencia, mientras que nuestros limitados políticos se aferran a sus cotos de poder, a sus bastiones electorales, allí donde son lluvia que empapa, manto que cubre, donde realmente pueden mandar, porque en los asuntos diarios, en la vida del peatón, tienen muy poco qué decir, lastimosamente.


13 de agosto de 2009

El omnipotente


Como a todos los que guardamos interés en el fútbol, me alegró la victoria de México ante Estados Unidos. Justo en este espacio comenté de la trascendencia que tenía el cotejo para el futuro para el balompié local, por lo que el 2-1 dio respiro a muchas almas.

Aunque, para no variar, fuimos testigos, nuevamente, del engaño en el que, por sistema, intentan hacernos caer los consorcios mediáticos. Desde el silbatazo final, la bestia televisiva se abalanzó feroz en contra de nuestras adormiladas conciencias, haciéndonos creer que ganarle a los yanquis era, por ley natural, la nota principal, aquella que debía permear en cada rincón del país.

Vendieron la idea de que el miércoles era un día de fiesta, algo único, irrepetible, histórico. Subliminalmente, los noticiarios nos concedieron permiso para no enrollarnos con los problemas públicos, total que la crisis económica va y viene, y cada semana la Suprema Corte ordena liberar campesinos indígenas luego de una década en la cárcel.

Lo más triste estriba en que el montaje continúa funcionándoles, pues no alcanzamos aún como sociedad a diferenciar los asuntos públicos de los privados, lo legítimo de lo legal, lo sentimental de lo material.

El fútbol guarda su importancia, sí, pero ésta no debe ir más allá de un simple gozo deportivo, imposible de relacionarse con los temas que como sociedad tenemos pendientes, incluso en materia histórica.

Basta de que nos vendan y compremos el fútbol como un ente omnipotente, que escose todas las heridas y se vuelve panacea universal. Con toda la afición que podamos profesarle, no deja de ser el destino de un balón en pies de veintidós sujetos.

11 de agosto de 2009

El partido, con mayúsculas



Más que a la selección de Estados Unidos, la de México se enfrenta hoy a sí misma, al reflejo que el espejo le da cada mañana. Sobra decir que la imagen no es agradable, mucho menos esperanzadora.

Por ello, la trascendencia del cotejo. Además de los tres puntos y de salvar el barco a la deriva, el equipo de Aguirre disputará la creencia en sus posibilidades próximas, es decir, en juego está el futuro del conjunto y de los individuos que lo integran.

Y es que, si los locales caen ante los yanquis, cada uno de los integrantes del grupo verá caer a los pies de los ácidos críticos y, lo que es peor, a los de la afición, su carácter mítico, que, paradójicamente, deben precisamente a aquellos que por años han ensanchado su cartera a través de las pírricas victorias del Tri.

Es curioso cómo tendemos al canibalismo. Si el ser mítico nos funciona, construimos para él Olimpos particulares, mausoleos majestuosos, odas grandilocuentes; si no lo hace, sin miramientos lo volvemos terrenal y lo consumimos a granel, con cierta excitación por la degradación a la que le sometemos.

Por la salud mental de todos los que conformamos el entorno, ojalá los verdes triunfen y lo hagan contundentemente. De otra forma, habremos de soportarnos los unos a los otros, cada quien expulsando sus propios fantasmas y asuntos más vomitivos sobre el de junto.

Lo dicho, más vale que el Tri gane. Por ello el de hoy es el PARTIDO, con mayúsculas, con neón y con sangre, pues no estamos como para soportar las tragedias de los insulsos.

Imagen: http://euro.mediotiempo.com/media/cartones/2009/07/gabriel-me-llamaban-el-039matagigantes039-20090726_1024.jpg

9 de agosto de 2009

Las tres bofetadas



Sólo muy pocos, además de sus incondicionales, creyeron que Antonio Juan Marcos Villarreal sería designado por Humberto Moreira como el candidato del PRI a la alcaldía de Torreón; incluso él mismo, conforme la fecha de la decisión fue acercándose, comprendió que no tenía oportunidad ante Eduardo Olmos, delfín del gobernador. Primera bofetada.

La segunda, quizá la más dolorosa, fue al percatarse de que nunca hubo una competencia verdadera, es decir, reconocer que sólo fue utilizado para enaltecer el maquiavélico “espíritu democrático” del tricolor coahuilense.

Y, por si los dos reveses anteriores no le dejaban aún en claro quién manda, llegó el tercero: ser nombrado Secretario de Desarrollo Regional en La Laguna. Y es que, el super trampolín que posicionó a Olmos como el mecenas torreonense para Juan Marcos puede significar su degradación política.

Paradójicamente, no podrá hacer uso de las herramientas y recursos de la SDR que tanto le dieron a su antecesor, pues se encontrará copado, limitado en todo sentido, como mera figura decorativa si Olmos gana la alcaldía, lo cual es más que probable.

Angustiado, impotente, debe estar Antonio, quien, obligadamente, deberá dar con un camino que le regrese a la jugada, ya que, de otra forma, irá perdiendo gas hasta quedar superado por el entorno y sus enemigos, quienes, curiosamente, resultaron ser sus correligionarios.

Entretanto, luego de hacer a un lado a Juan Marcos, Olmos y los Moreira preparan el asalto a la presidencia. Y vaya que tienen trabajo, pues se encontrarán con un polvorín, que más allá de los graves problemas que se han mediatizado, sufre de otros, subrepticios aún, que tienen todas las papeletas para mutar en escollos insalvables.

Foto: la coctelera.com

3 de agosto de 2009

La confesión


La confesión escrita es el mejor remedio para conjurar viejos fantasmas. Quizá por ello soy periodista, quizá por ello el camino epistolar me parece el más corto para enterar a los seres amados de verdades terribles o sentimientos imposibles.

Por ello, y celebrando mi regreso a estas páginas, confieso que, curiosamente, no es la alegría lo que me puso de vuelta a escribir sobre fútbol, sino un velo de tedio que me envuelve cada fin de semana desde hace ya un tiempo razonable.

Lo que antes era un privilegio, una satisfacción, se ha transformado en un pesado ritual, en costumbre de lacerantes anacronismos. Prepararse para analizar la jornada en turno es ya un lastre, una de esas obligaciones que cuestan, como ir a la primera misa dominical o acudir a los kilométricos desfiles de la primavera sólo porque un sobrinito vestirá de abejorro.

Aunque lo más lamentable estriba en que, como muchos de ustedes, me mantengo fiel, engañándome cada semana, como la gorda que se mira al espejo y se hace creer que la dieta actual le revolucionará la vida y le cohibirá la avidez de grasas y azúcares.

Y, como todo buen enfermo que anhela una cura pero hace poco por obtenerla, me he puesto a hacer cuentas para contrastar y abofetearme por atentar contra mis propios intereses, tanto mundanos como profundos, y los resultados son alarmantes.

Resulta que si los aficionados pamboleros vemos tres partidos en promedio por fin de semana, en un mes consumiremos 1080 minutos de nuestras vidas pegados a un televisor, cuya señal nos atiborra de comerciales y accidentadas y burdas narraciones.

Con ello, al año hablamos de más de 10 mil minutos de seguir las transmisiones futboleras (sin contar torneos internacionales, el Tri y demás), es decir, la friolera de 7 días enteros cada doce meses.

Una semana que bien podríamos tomarnos de vacaciones o, más importante, hacer el amor, jugar con nuestros hijos o, si de asuntos rebuscados se trata, dedicarnos a la vida contemplativa.

Propongo entonces, que si el asunto no mejora y el espectáculo ofrecido mantiene esos niveles paupérrimos de calidad, busquemos alternativas y, sobretodo, ayuda.

Dicen que las mujeres ostentan ambas.


2 de agosto de 2009

Y la tierra es para...


Hace veinte años, cuando el TLCAN se nos vendía como la panacea para nuestros múltiples males, como el paso definitivo para integrarnos al primer mundo, los hacedores de políticas públicas de entonces (rígidos tecnócratas) ideaban a la vez programas de subsidio que, en su momento, disminuyeran las diferencias en el acceso a los recursos públicos entre los campesinos mexicanos y los norteamericanos.

Así surgió, entre otros, el Procampo, el cual contaba con buena teoría, pero con un pésimo aparato de aplicación, pues, además de la limitante económica (comparándolo con los subsidios gringos y canadienses), sufría el añadido de la corrupción atroz.

Terriblemente para todos, luego de dos décadas de existencia, comprobamos que nada ha cambiado y que muchos políticos grises continúan aprovechando los programas sociales para presumir en el campo los éxitos que no tienen en el ejercicio de su oficio.

Entre los nombres que Vanguardia tuvo bien a publicar (y que, en un caso más para la suspicacia, en los medios laguneros pasaron desapercibidos) destacan varios laguneros, entre ellos Héctor y Braulio Fernández Aguirre. El primero, diputado federal electo, el segundo, ex alcalde de Torreón y homónimo de su padre, ex gobernador de Coahuila, de quien la sociedad guarda grato recuerdo. Entre ambos, se han llevado más de cuatro millones de pesos del programa federal.

Muchos dirán que nada de ilegal hay en que los miembros de la lista se hayan beneficiado del Procampo. Y, es verdad, no existe delito, pero sí faltas a la ética e, incluso, a la moral, a los valores de justicia y equidad a los que tendríamos que someternos todos, por igual.

Cuesta entender bajo qué criterios accedieron los personajes citados a los beneficios del Procampo, pero más arduo resulta comprender y aceptar que, mientras la gente que nos alimenta y trabaja la tierra día y noche sigue viviendo en la miseria, sudando sangre para obtener una cosecha redituable, aquellos que tienen nexos con los tomadores de decisiones se vuelven, por arte de magia (o del recurso público) exitosos campesinos, aunque parezcan más latifundistas que verdaderos expertos en las labores del campo.

En el país de los absurdos, la tierra no es de quien la trabaja, sino de quien aprovecha mejor sus relaciones.